El origen de esta Plaza está ligado al largo proceso de formación que tuvo la plaza de Oriente. La creación de este espacio urbano, en la parte oriental que daba al Palacio Real, se inició durante el breve reinado de José I, con los derribos de las primeras manzanas de casas. En 1817, Fernando VII retomó la labor de su predecesor y encargó al arquitecto Isidro González Velázquez la ordenación de la que sería la nueva plaza de Oriente.
Estando Felipe IV deseoso de tener una estatua ecuestre como la de su padre Felipe III, decidió que fuera el mismo escultor, Pedro Tacca, el encargado de realizarla.
Felipe IV quiso que el caballo de su estatua marchara al galope, a diferencia de la de su padre que iba al paso.
La estatua fue concluida en 1640, y al año siguiente entraba en Madrid siendo colocada en uno de los patios del Palacio del Buen Retiro. No obstante, la estatua ha tenido varios emplazamientos; fue trasladada al frontispicio del antiguo Alcázar, en donde estuvo hasta que durante el gobierno de Don Juan José de Austria, hijo de Felipe IV, se volvió a situar en el Retiro.
Allí estuvo hasta que el 17 de noviembre de 1843, Isabel II la mandó colocar en su emplazamiento actual, en el centro de la Plaza de Oriente. Se levantó sobre un alto pedestal decorado con dos bajorrelieves en los laterales, uno que representa a Felipe IV condecorando a Velázquez con la Cruz de Santiago, y otro que es una alegoría sobre la protección que el monarca dispensó a las artes y a las letras. En los frentes del monumento se situaron dos fuentes en forma de concha, sobre las que una alegoría de un río (representada por un anciano) vierte agua en una urna. Un león de bronce en cada una de las esquinas completan todo el conjunto que realizaron los escultores de cámara Francisco Elías y José Tomás.
Teatro Real y avenida de esculturas de los reyes visigodos.
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