De acuerdo con la tradición se atribuye a la población madrileña un antiquísimo origen, suponiendo es la Mantua Carpetana , a que se hace referencia en una de las ediciones de las tablas de Ptolomeo. Incluso con fundación poco posterior al Diluvio Universal.
Las primeras noticias que se tienen de Madrid se remontan a la época musulmana, a los tiempos del emir Muhammad I (852-886), quien mandó construir una fortaleza en la orilla del Manzanares, conocida en los textos árabes por Mayrit, Magerit en su forma castellanizada.
La fortaleza fue construida en el lugar que hoy ocupa el Palacio Real con el propósito de vigilar los pasos de la sierra de Guadarrama y ser punto de partida de razzias contra los reinos cristianos del norte. Madrid es un enclave más de la red fortificaciones y tres que protegían Toledo de las incursiones de los castellanos y leoneses.
El significado de Mayrit no está claro, aunque parece ser el híbrido de dos topónimos: uno mozárabe, matrice, que significa "fuente", y otro árabe, majrà, que significa "cauce" o lecho de un río. Ambos aluden a la abundancia de arroyos y aguas subterráneas del lugar.
Esta fortaleza fue ocupada temporalmente en el año 932 por Ramiro II y posteriormente Alfonso VI la incluyó entre los territorios ganados a al-Andalus. En torno al antiguo recinto fortificado debió crecer la villa de Madrid favorecida por las medidas repobladoras de los monarcas entre las que destaca la concesión del fuero en 1202. En 1339 y 1340 Alfonso XI reunió cortes en Madrid al igual que lo hizo Enrique III durante su reinado.
Sin embargo, Madrid no cobró verdadera importancia hasta que Felipe II trasladó allí la corte en 1561. Al establecerse la corte se hizo patente la necesidad de reformas urbanísticas y pronto surgieron arrabales fuera del recinto medieval.
Al tiempo que aumentaba la superficie urbana crecía el número de habitantes, pasando de 4.060 en el año 1530 a 37.500 en el año 1594. En abril de 1637 había en la corte 1.300 pobres "legítimos e impedidos" y 3.300 que pedían limosna, la mayor parte extranjeros, antiguos peregrinos de Santiago y ex soldados.
La instalación de la corte y de los organismos centrales político administrativos en Madrid hizo que se convirtiera en foco principal de la vida artística y literaria española, lo que atrajo a multitud de artistas españoles y extranjeros. Las construcciones más destacadas del Madrid de los Austrias fueron, además de algunas iglesias, la plaza mayor, la cárcel de la corte y el ayuntamiento.
El siglo XVIII se abre con la guerra de sucesión a la corona de Carlos II, en la que Madrid se vio involucrado. Desde 1706 Madrid permaneció fiel a los Borbones y en recompensa los monarcas hicieron de ella la capital de un estado centralizado, con todas las ventajas que ello suponía. Urbanísticamente, el Madrid de los Borbones experimentó notables mejoras. Durante el reinado de Felipe V se construyó el puente de Toledo y se inició la construcción del Palacio Real (1737) que debía sustituir al alcázar, incendiado en 1734. Fernando VI y en especial Carlos III, pusieron gran empeño en las obras de saneamiento y embellecimiento de la ciudad: empedrado, limpieza de las calles, alumbrado público, vigilancia nocturna, etc. Carlos IV prosiguió con las reformas pero en menor escala.
Además de transformar su fisonomía externa la ciudad también varió de contenido social perdiendo su tono abigarrado y multiforme y desarrollando capas liberales y artesanas. Sin embargo, las clases populares continuaron expuestas a crisis alimenticias periódicas y su indignación continúa siendo explotada por oscuros complots políticos, tales como el motín de Esquilache (marzo 1766) y el motín de Aranjuez (1808). Poco después estas mismas clases lucharían en las calles de Madrid contra los franceses en la jornada del 2 de mayo.
Los esfuerzos realizados por los Borbones para impulsar el desarrollo económico, urbanístico y cultural de la ciudad se vieron truncados como consecuencia de las guerras napoleónicas. Madrid no recuperó su ritmo hasta la tercera década del siglo XIX.
Entre 1840 y 1850, muchos de los antiguos conventos y fincas eclesiásticas adquiridas por comerciantes, profesionales liberales, terratenientes y financieros con la desamortización eclesiástica iniciada por Mendizábal, fueron demolidos y en su lugar se edificaron barrios enteros. Sin embargo, el recinto urbano era prácticamente el mismo de la época de los Austrias.
El crecimiento demográfico de Madrid no se debió como en otras ciudades al proceso de industrialización (la mayoría de las empresas industriales a principios del siglo XX eran de carácter tradicional para satisfacer la demanda local). A partir de 1920 hubo un incremento demográfico notable debido a la inmigración.
En 1930, el 46,9% de los residentes habían nacido en otras provincias.
Después de la segunda guerra mundial, la capital, además de ser un importante centro de consumo, inició un proceso de modernización en el que se crearon grandes empresas y comenzaron a desarrollarse industrias químico-farmacéuticas, metalúrgicas y electromecánicas.
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